El Gobierno de Estados Unidos decidió ejecutar este viernes un nuevo paquete de sanciones económicas contra el régimen de Nicolás Maduro. En pocas palabras, queda prohibido a bancos estadounidenses tanto vender nuevos bonos soberanos de Venezuela como recolocar los ya existentes. En cuanto a los bonos de Pdvsa, se podrán efectuar operaciones con los títulos que ya fueron emitidos pero será imposible para la estatal petrolera emitir nueva deuda a través del sistema bancario estadounidense.
El régimen madurista se ha caracterizado por su habilidad a la hora de realizar operaciones de ingeniería financiera, sorteando obstáculos para seguir pagando la deuda externa a pesar de la grave crisis económica que mantiene los anaqueles vacíos de comida y medicinas, con una inflación que se estima será en 2017 del 720% según el Fondo Monetario Internacional, organismo que también proyecta que la economía se contraerá en un 7,4%. Ninguna de estas cifras espeluznantes ha hecho que Maduro haga défault. Es una línea que ha mantenido desde el comienzo de su administración, que ya entra en su último año, pero que no ha capitalizado en nuevos préstamos que se vean reflejados en mejoras en la calidad de vida del venezolano. Dinero ha recibido, sobre todo de Rusia y China, pero la crisis se agrava diariamente.
La habilidad en la ingeniería financiera del régimen no viene de su gabinete económico, que ha rotado tanto que ya no vale la pena saber quién está al frente de los sopotocientos ministerios. Maduro, desde sus tiempos al frente de la Cancillería, entabló relaciones cercanas con el ala francesa de la autodenominada revolución. Ahí lo introdujo Ignacio Ramonet, ex director de Le Monde Diplomatique. En ese grupo estaban también los chicos Max Arveláiz -hoy de cabeza en Hollywood, de la mano de Oliver Stone- y Temir Porras -hoy aparentemente en la disidencia chavista-. Gracias a esas relaciones galas es que el actual mandatario ha podido tirar de la ayuda de asesores franceses, como la firma Lázard, desde el comienzo de su régimen. En revistazeta.net ahondaremos en el tema en los próximos días.
Trump
Aunque hayan logrado conducir a Maduro a través de una autopista plagada de huecos para lograr que el régimen venezolano siga operando en los mercados internacionales, la habilidad de los franceses no se compara con la estadounidense a la hora de malear las trabas financieras. Ahora que el imperio por fin se han remangado las mangas para trabajar sobre el problema venezolano, al régimen madurista se le pone pequeño el mundo. Si de ingeniería financiera se trata, el último paquete de sanciones de Trump se lleva el premio. Presionada la Casa Blanca por cabilderos, la decisión fue atacar totalmente los bonos soberanos -los que emite Venezuela como país, independientemente de su estatal petrolera- y parcialmente los de Pdvsa. Pero el detalle está en Citgo, la refinería que opera en la costa este de Estados Unidos y cuya dueña es Pdvsa. Para realizar operaciones a través de Citgo, como repatriar los capitales que tanto necesita Maduro, requiere de una autorización de Washington, permiso que solo dura treinta días. Es una espada de Damocles en toda regla.
Con esta medida, Trump también corta el paso a Vladimir Putin, quien, a través de la petrolera Rosneft, pretendía hacerse con el 49% de Citgo, el único activo de valor de Pdvsa. Apropiarse de Citgo es apropiarse de Pdvsa. Los planes rusos marchaban de maravilla: ejecutar la hipoteca de la empresa venezolana le iba a asegurar tres de las más importantes refinerías en suelo estadounidense y una de las redes de gasolineras más grandes de la costa este. Una amenaza a la seguridad nacional señalada en el Congreso por los halcones militares, por cierto.
Cómo queda Venezuela
Tras las sanciones del viernes, el régimen queda en manos de China y Rusia. Los chinos son más remolones a la hora de seguir prestando dinero. Primero exigieron un parapeto que sirviera de excusa para la aprobación parlamentaria. Por los momentos, se dan por satisfechos en ese sentido con la Asamblea Nacional Constituyente, aunque esta no sea reconocida por la mayoría del mundo. Sin embargo, ahora piden reformas económicas profundas, lo cual Maduro está por la labor de cumplir, pero a través de su tarantín parlamentario. Los chinos van con cautela. De hecho, siempre han mantenido buenas relaciones con la oposición, aunque se han enfríado un poco tras las protestas, que no cayeron bien en Beijing.
En cuanto a los rusos, estos tienen como meta desestabilizar al mundo occidental. En este sentido, Venezuela les viene como anillo al dedo y están dispuestos a financiar a Maduro, aunque las arcas de Moscú no están en el mejor estado. Rusia ha recuperado terreno perdido tras la caída de la Unión Soviética. Su influencia en Latinoamérica crece y Castro, tras la llegada de Trump, se ha entregado a Putin como salvavidas. Entonces, si Putin control a Castro y Castro controla a Maduro, Putin controla a Maduro. La Iglesia, que se las sabe todas más una, ha insistido dos veces en una semana en que hay que incluir a Moscú en las negociaciones para resolver la crisis venezolana.
¿Podrá Trump torcerle el brazo a Putin? Lo cierto es que, al final de esta película revolucionaria y nacionalista, los venezolanos perdimos la soberanía.