Mi vida de periodista se vio tantas veces dificultada porque he considerado mi deber decirle a la gente lo que realmente está pasando o puede pasar, lo cual puede volverse intolerable para quienes detentan el poder -el poder siempre se detenta, en el sentido de que en él siempre hay algo de usurpado.
Ahora mismo hay un tema de difícil manejo con uno de los políticos a quienes más aprecio en este bochinche donde en verdad hay, como pide Almagro, que separar el grano de la paja… Sólo que Almagro, allá en Washington, mal puede saber quién es grano y quién es paja. Hablo de Antonio Ledezma, una de las más valiosas reservas de la democracia venezolana.
Por cosas de la vida más que de la política, Antonio está integrado a un equipo cuyo manejo fue encomendado a Diego Arria por quienes a toda leche lo financian. Ese equipo tiene razones para destruir las instituciones de la oposición venezolana a fin de abrirle paso a un outsider manejado por ellos. Esto les permitiría a los financiadores regresar mandando -cuando amanezca-, para constituir una nueva oligarquía basada en un presidente suyo y un dineral desfalcado al tesoro público venezolano cuando eran socios de quienes lo han manejado en estos años tristes.
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Salvo Arria, profesional de estas artes y oficios, los otros dos actores no están necesariamente atados al proyecto de los financiadores. Son, Antonio y María Corina, aspirantes a la Presidencia de Venezuela que al no tener organización que les respalde usan cualquier chalana para cruzar el río. No están comprometidos con los financiadores a quienes sólo deben las interesadas gentilezas propias de estas situaciones. Antonio es ahora el protagonista y más adelante quizás deba ceder el podio a María Corina. Pero ni Antonio ni María Corina tendrán jamás la confianza de los financiadores, porque no serían dóciles.
El hombre de los financiadores es Arria.
Por cierto que este proyecto tiene comprado a medio mundo en Miami, algo de él en España y algún espacio en Washington. No lo reprocharía, porque la necesidad tiene cara de hereje. Pero es inaceptable que para pagar la renta se destruyan reputaciones y se demuelan instituciones. No hay que degradarse al punto de ser un pistolero de alquiler. De todo esto pueden resultar muchos daños. Antonio y María Corina son activos importantes de la Venezuela futura. Conviene preservarlos. Y, sobre todo, sería fatal que cualquiera de ellos se convirtiera en el candidato que divida los votos de la oposición, con lo cual el chavismo podría ser la minoría dominante en las elecciones presidenciales del año próximo, si se dan limpias como se proponen Estados Unidos y la Unión Europea, que son quienes decidirán nuestro futuro.
Por eso uno, que a estas alturas no necesita intervenir el teléfono de alguien para saber qué hace y qué hará, prefiere defender las instituciones no obstante sus defectos. Era el consejo de mi abuela barloventeña cuando me decía «No dejes camino por vereda ni busques a Dios por los rincones».