El retiro de México y Chile como garantes de las negociaciones es la crónica de una muerte anunciada de un proceso que murió al nacer

El retiro del gobierno de México y Chile como garantes de las negociaciones es la crónica de una muerte anunciada de un proceso que murió al nacer.

El 4F hubo un golpe sangriento contra la república civil. Esta semana los mismos golpistas, con la Asamblea Nacional Constituyente, dan un golpe seco contra la democracia. Al igual que García Márquez en su novela “Crónica de una Muerte Anunciada”, el final de esta tragicomedia era de esperarse. La invitación a negociar era una trampa, primero bajo la propuesta de un monologo más que un diálogo y finalmente, a unas negociaciones cuyo fin era atornillarse en el poder, característica propia de los regímenes comunistas-fascistoides. Nada bueno podía esperarse de quienes tienen su inspiración en un teniente coronel alzado a la media noche con las armas de la república contra sus instituciones

Lamentablemente, esta parodia no tendrá “un final distinguido”, como dice José Ángel Buesa en su poema “Carta a Usted”, si no muy complicado para todas las partes, siendo el gran responsable Nicolás Maduro por ser el conductor de la nave. Un final distinguido es solo posible a través de las negociaciones. La convocatoria de Maduro o de la írrita Asamblea Constituyente dentro de un proceso de negociaciones, además de ser una jugada sucia, es ilegal. Ni Maduro ni la ANC tienen facultades para ello, sino el CSE, aunque este también actúe como la Oficina de Estrategia Electoral de Miraflores.

El comportamiento del gobierno es grotesco. Primero fue defraudada la buena fe del Vaticano, ahora la de los cancilleres como facilitadores, quienes como decíamos cuando muchachos “cayeron por inocentes”. Nada bueno puede esperarse de los hijos y herederos de un golpista. Ahora el dilema para las fuerzas democráticas está en participar o no. Si las fuerzas democráticas participan en la fraudulenta e ilegal convocatoria, una gran mayoría del país los señalará de convalidar unas elecciones fraudulentas. Pero si no participan, la historia les condenará por haber entregado las banderas de la democracia sin luchar contra el comunismo. En cambio, el gobierno no tendrá dilema. Desde ya el mundo y las democracias ven al gobierno de Maduro como una dictadura caribeña de nueva generación, mientras Raúl Castro se retira, el régimen de Maduro toma el testigo de las nuevas dictaduras del siglo XXI.

La salida digna es un acuerdo negociado. Lo que no es digno es ir a una farsa electoral sin transparencia, sin garantías, cuando la mayoría de los miembros del CSE son nómina del PSUV. No hay un fiscal de cedulación independiente. El gobierno extorsiona a los tenedores del Carnet de la Patria. Los cubanos tienen el control de la transmisión de datos y los colectivos amedrentan a los electores. Bajo esas condiciones la pelea es de burro contra tigre.

Ante el dilema de participar o no, la oposición ya no tiene necesidad de demostrar su talante democrático. Con el adelanto inconsulto de las elecciones, el retiro de los garantes, la condena regional del “Grupo de Lima” y las sanciones de la Unión Europea, la carga de la prueba está del lado de los ñangaras (comunistas).