El «caso Skripal» reedita la “Guerra fría”

La expulsión masiva de más de cien diplomáticos rusos de EEUU, la Unión Europea, Canadá y Australia a tenor de las acusaciones británicas de presunto envenenamiento por parte del Kremlin al exespía ruso Serguei Skripel y su hija Yulia, retrotrae escenarios propios de la confrontación de la “Guerra fría”, precisamente en una coyuntura determinada por una nueva reelección presidencial de Vladimir Putin hasta 2024

El “caso Skripal” mantiene en estado de “guerra fría” las relaciones entre Rusia y Occidente. Una centena de diplomáticos rusos han sido expulsados de 18 países, 14 de ellos en la Unión Europea, más EEUU, Canadá, Ucrania y Australia, en “solidaridad” por las acusaciones británicas de presunta implicación del Kremlin en el envenenamiento con gas nervioso del ex espía ruso Serguei Skripal y su hija Yulia, ambos exiliados en Londres.

Skripal y su hija fueron hallados inconscientes el pasado 4 de marzo en un parque de Salisbury, en la capital británica. El caso llevó a una fuerte controversia diplomática entre Londres y Moscú, sobre el presunto envenenamiento de ambos con gas nervioso, un procedimiento ya anteriormente utilizado con el caso del también exespía Litvinenko en 2008.

Skripal y su hija Yulia, reunidos en el mismo restaurant donde posteriormente y presumiblemente, sufrieron del envenenamiento.

Esta decisión se toma a raíz del Consejo Europeo realizado los pasados 22 y 23 de marzo en Bruselas, donde se acusó a Rusia de presuntamente estar detrás del envenenamiento de Skripal. Tras este consejo, Moscú expulsó a 23 diplomáticos británicos mientras cerró el consulado de ese país en San Petersburgo, en protesta por acusaciones que considera “infundadas”, toda vez catalogó las expulsiones de supuesto “chantaje colosal” por parte de EE.UU., anunciando medidas “recíprocas” al respecto.

Por su parte, la primera ministra británica Theresa May justificó las expulsiones de diplomáticos rusos aduciendo que Moscú presuntamente ha “violado el derecho internacional”. El lote mayor de expulsados lo llevó EE.UU., donde fueron desalojados unos 60 diplomáticos rusos así como se ordenó el cierre del consulado ruso en Seattle. La OTAN también anunció la expulsión de 10 funcionarios rusos con los que trabaja en acuerdos de cooperación desde su sede en Bruselas.

Europa dividida

Los países de la UE que decidieron solidarizarse con Gran Bretaña en la expulsión de diplomáticos y funcionarios rusos son, comenzando por la propia Gran Bretaña, Alemania, España, Italia, Francia, Polonia, Holanda, República Checa, Rumanía, Dinamarca, Letonia, Estonia, Finlandia, Hungría, Croacia y Lituania. También están Noruega, Macedonia y Albania, que no son miembros de la UE.

Llama la atención la negativa a adoptar esta medida por parte de países históricamente vinculados a Gran Bretaña, como es el caso de Portugal, cuyo Gobierno llamó a la “concordia” y la reconciliación entre Rusia y la Unión Europea. También se negaron a adoptar las expulsiones otros países de la UE como Austria, Bulgaria, Chipre, Malta, Eslovaquia, Eslovenia, Grecia y Luxemburgo, que cuentan o bien con tradicionales posiciones de neutralidad (caso austríaco), o de fuertes nexos económicos y culturales con Moscú, como son los casos de Grecia, Bulgaria, Malta y Chipre. Este aspecto evidenció una sustancial fractura interna dentro de la UE.

El caso Skripal estalla en una coyuntura determinada por las elecciones presidenciales rusas que le dieron al mandatario Vladimir Putin una nueva reelección hasta 2024. También está en el horizonte el Mundial FIFA a celebrarse a partir de junio en Rusia, y del cual Gran Bretaña ya advirtió que eventualmente podría presionar a la FIFA por su suspensión.

No obstante, lo que hay detrás de este caso supone más misterio y una maraña de confusión por encima de cualquier tipo de certeza. Un thriller propio de las novelas de John Le Carré que tan bien reflejaron el clima de guerra fría entre la URSS y EE.UU. desde mediados del siglo XX.

Los medios rusos y occidentales especulan mutuamente sobre los móviles que llevaron a este envenenamiento. Se señala al gas nervioso Novichok que presuntamente estaría impregnado en el equipaje de YuliaSkripal cuando viajó de Moscú a Londres para visitar a su padre. Otro envenenado fue el agente policial Bailey, quien encontró inconscientes a los Skripal en el parque de Salisbury. Desde Moscú se informó que las acusaciones británicas no habían otorgado ninguna prueba verídica.

Personal militar británico trabaja para retirar un vehículo conectado al ataque del agente nervioso del 4 de marzo en Salisbury, el 14 de marzo de 2018 | Cortesía AFP

También se informó que Skripal supuestamente era un doble agente que trabajaba para los servicios de inteligencia británicos, pero cuya importancia para Moscú era escasa ya que el propio Skripal había confesado en 2004 a los servicios de inteligencia rusos todo lo que sabía de sus relaciones con Londres. El propio Putin llegó a considerar que detrás de este envenenamiento estaría precisamente Gran Bretaña, toda vez medios rusos especularon con una acción concertada desde la OTAN para “demonizar” a Rusia.

Lo cierto es que las pruebas verídicas sobre el supuesto envenenamiento de Skripal no son totalmente convincentes. Mientras las investigaciones siguen en curso, el caso se diluye en una maraña de especulaciones y escasas certezas, cuyas repercusiones se evidencian más claramente en el terreno diplomático.