Elizabeth Burgos: Europa en el relato del filósofo

Por Elizabeth Burgos

*Según Sloterdijk, Europa padece del infantilismo de los selfies,  fuente de incongruencias políticas como la de Italia. Falta preguntar: ¿ y en Venezuela?

 El gran filósofo alemán, Peter Sloterdijk, en una reciente entrevista publicada en el seminario francés Le Point, fiel a su franqueza habitual,  expresa su particular punto de vista acerca de la crisis que aqueja hoy a la Unión Europea.  Crisis que se acentúa debido al aumento del  flujo de refugiados procedentes del Oriente Medio y del África, que cada día desembarcan en las costas del Mediterráneo.

  Italia, es el país más agobiado debido al flujo de refugiados. El resultado de esta situación causada por la llegada masiva de refugiados provenientes de culturas “no europeas”, y de cultura musulmana, lo ilustra el resultado de las últimas elecciones en Italia que le dieron la mayoría a los movimientos críticos de la UE a la que le atribuyen la culpa de la “invasión” debido a la apertura de sus fronteras. La alianza de la extrema derecha, La Liga del Norte, con el movimiento 5  Estrellas de sensibilidad populista de izquierda, constituye uno de los hitos mayores en cuanto a la modificación del panorama político europeo.

Los análisis siempre apartados de lo “políticamente correcto”  del filósofo alemán, podrían parecer pesimistas, pero lejos de serlo, son de una gran clarividencia.

A la idea de que Europa está “enferma”, Sloterdijk  apunto que habría que felicitarse de una cosa: es que la enfermedad es el privilegio de los cuerpos; al igual que la muerte, agrega. Aquellos Estados que no pertenecen a esta categoría, no sufren enfermedades ni pueden morir. Pero es verdad, que son propensos a enfrentar fases de desorganización, de incoherencia, de “departicipación” en relación a su entorno, incluso de descomposición. Palabras que se refieren a algunos de los países, miembros de la UE, tales como Hungría, Polonia, Austria que enarbolan una política en franca oposición a las normas de la UE.

El compromiso de que cada país europeo acoja un cierto número de refugiados, no es admitido por esos países. La primera medid del flamante gobierno italiano, pese a las pésimas condiciones meteorológicas, fue que rechazó el desembarco de 629 refugiados que se dirigían hacia un puerto italiano en el Aquarius : barco fletado por una ONG humanitaria. Finalmente fue el también flamante gobierno socialista español, el que aceptó recibir en sus costas el barco cargado de refugiados provenientes principalmente de Siria. Medida que fue aplaudida por la mayoría de los españoles. Varias comunidades autónomas, se ofrecieron acogerlo.

 La polémica entre aquellos que abogan por la incompatibilidad entre los derechos humanos y la salvaguarda de las fronteras surgió inmediatamente de todas partes.  Sabiamente, Sloterdijk  considera que la reacción de rechazo de algunos países de la UE se le atribuye a un “momento de su evolución sociopolítica”.

Es necesario recordar de dónde partió la UE, que es un “enigma desde el punto de vista político y cultural.” Según el autor, se debe admitir que la UE es una asociación de perdedores. Un club que “¡no dejó entrar sino imperios humillados, naciones destruidas! En 1945, no sólo fue Alemania la única en sufrir la catástrofe. Todas las naciones estuvieron golpeadas por el fracaso. Una decena de imperios-naciones fueron condenados a la pérdida de sus colonias. Francia perdió 14  en 1960, en el “año del África”.  Luego, los países que fueron vampirizados por el sovietismo: los países bálticos, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoeslavia. Estaba Grecia, que sufrió el yugo otomán durante siglos y luego la dictadura, hasta la crisis económica que la dejó exangüe.

Sloterdijk considera a Europa como una comunidad de Estados que comprendió que no querían ser nunca más el centro de gravedad del poder mundial. Es como un “centro de readaptación” en donde 500 millones de personas aprenden cómo vivir, existir, erguirse, en un “mundo postimperial, postheróico, postidiota”. Idiota, del término griego idiôtês, el “particular”, el “inculto”, todo aquel que se imagina poder vivir sin los demás y que solo piensa en  su “propio interés”, alejado del interés general, el de las asociaciones.

El idiota de hoy vive obsesionado por su propia imagen y por la imagen que expresa hacia los demás. Como si el “selfie”, nuevo género  autofotográfico, hubiese contaminado la política.

Refiriéndose a la tendencia soberanista de la extrema derecha, como también de la extrema izquierda, el autor considera que “asistimos a una reivindicación permanente del famoso “derecho de los pueblos a disponer de sí mismos”, pero en su versión del siglo XXI, pervertida,  adolescente, caprichosa, como si fuera necesario ilustrar de manera permanente el deseo narcisista  de demostrar de que no le debe nada a nadie. Algunos europeos viven bajo un casco de realidad virtual, bajo la creencia de una ilusión de poder disponer de su destino, ignorando la realidad, sin darse cuenta de que ésta les estallará en la cara bajo la forma de una enorme  bancarrota, de la cual Italia será el ejemplo. Y entonces , “ya no habrá tiempo para los selfies”.

Todo lo que ocurre es debido a que Europa sufre una crisis de “desincronización entre el Norte y el Sur que no viven al mismo ritmo. Algunos países todavía no han alcanzado la madurez y son víctimas de fuerzas centrífugas como las que llevaron a la AfD (partido antieuropeo) al parlamento alemán, y los dos movimientos populistas italianos que creen que van a poder gobernar juntos cuando su historia y su mentalidad no tienen nada de compatible. Son signos de una desorientación en búsqueda de una nueva misión. Ilustran una desorganización, más que una pulsión suicida.

Hoy se impone una política de la paciencia, de actuar con calma, como lo expresó Mitterrand: “Hay que darle tiempo al tiempo”.

Lo que llamamos democracia no es un sistema de “uno solo”, sino de “varios”. Un sistema favorable a la integración de las potencialidades del futuro en el presente, mientras que el autoritarismo ordinario reposa sobre el miedo de lo nuevo y la negación del mañana que no es “otro, que un pasado recompuesto en forma de fantasma”.

Según Sloterdijk, los Estados deben recuperar las buenas maneras de la coexistencia.

Dicho lo cual, las palabras de este ilustre filósofo alemán deberían hacer eco en la situación de “inmadurez” que se vive en Venezuela.