Imagen Juvenal Balán / Granma.

Fiesta en La Habana

Por FERNANDO LUIS EGAÑA

En los círculos de poder de Cuba están de fiesta. No por lo que pasa en la Isla, sino por lo que pasa en su gran colonia: la Venezuela sojuzgada por la hegemonía roja. ¿Y cuál sería el motivo de la fiesta? Pues que el poder establecido en Venezuela, sigue ganando tiempo y su continuismo se favorece por el apoyo directo o indirecto de sectores del espectro político y académico  opositor, que carecen de representatividad interna, pero que son muy útiles para la propaganda oficialista, sobre todo en su proyección internacional.

Para el régimen cubano el respaldo del régimen venezolano es esencial. Y cuando las cosas se ponen más difíciles por allá, aumenta la importancia de la depredación de acá. Todo lo que beneficie, por tanto, la permanencia de Maduro y los suyos, es buena noticia en Cuba, y este «nuevo» emprendimiento para unas eventuales mega-elecciones regionales y locales, lo confirma.

No tanto por el tema electoral en sí, cuya credulidad casi no existe, sino porque embarcarse en esta aventura, para los factores que se identifican contrarios a la «revolución», supone que se cancela el cuestionamiento previo de la legitimidad del conjunto de la hegemonía, y en especial de su Asamblea Nacional. Al entrar por ese aro no se podría seguir denunciado la legitimidad del aro mismo.

La exégesis de las «elecciones libres» sin libertad electoral, de pronto le viene bien a los que se aprovechan de esos eventos para sus intereses materiales, pero no tiene fuerza para persuadir a esa mayoría considerable de venezolanos, que ansía un cambio para salir de la trágica miseria política, económica,  social que se padece.

Pero claro, el llamado «realismo», o «esto es lo que hay», se esmera en comunicar sus argumentos, válidos  para quienes se conectan con la hegemonía o desean preservar o adquirir algunas parcelitas en el tinglado burocrático, pero muy perjudicial para las posibilidades de una salida hacia la democracia, que se puede dar con la combinación intensa de la presión nacional y foránea, en los cauces de la Constitución.

Mientras tanto, pasa el tiempo, se busca «normalizar» una situación catastrófica, y todo ello oxigena a la hegemonía, y la cúpula cubana lo celebra. Esperemos que no por mucho tiempo.