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Historias patrias

Por Antonio A. Herrera-Vaillant

El conflicto interno venezolano no es entre socialismo y capitalismo, sino entre civilización y barbarie – y es de muy vieja data, como señaló Rómulo Gallegos hace casi cien años.

Aún en los cuarenta años democráticos del siglo pasado quedó latente el primitivo factor de barbarie vandálica y vengativa de las hordas de Boves, de la Guerra Federal, de las largas dictaduras caudillistas, y aún de los más extremos exabruptos del período 1945-48.

Como en todas las latitudes, la incesante narrativa “comunista” es apenas un disfraz de trapos rojos para mercenarias coaliciones de forajidos.  A lo largo de los tiempos Venezuela ha visto burdas montoneras uniformadas – tan bien descritas en la vieja copla llanera del siglo XIX: “No me diga General, porque yo a naiden he robao. Mientras haiga un General, yo no compro ni una becerra, porque ellos pa’ robar, de ná forman una guerra…”; y siempre acompañados del popular refrán criollo: “si quieres ver una bosta volando, dale mando”.

Esas mismas tendencias las previó El Libertador en 1830: “Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos-primitivo, este sería el último período de la América.” 

Todo lo peor de Venezuela volvió a aflorar – cual gran lavativa nacional – a partir de 1992. Quienes hoy desgobiernan la nación tienen poco de Marx y mucho del ‘Agachao’, del terrible Martín Espinoza, del ‘Chingo’ Olivo y demás salvajes que asolaron al país durante la Guerra Federal. Aquí, antes que buscar comparaciones con Castro y el G2, más bien toca evocar a los “chácharos” – o a “Baby Doc” con sus “Tontón Macoutes”.

El supuesto modelo político promovido por un desaparecido teniente coronel y su pandilla de mediocridades ha fracasado en todos los frentes. La combinación de incesante resistencia interna y una sistemática presión internacional los tiene virtualmente acorralados y desacreditados globalmente.

Apenas perviven sin futuro y en condiciones lacerantes, pero la vileza de espíritu que ha caracterizado al régimen a lo largo de su existencia trae en su esencia las semillas de su propia destrucción: Dentro del elenco de malandros que lo integra no hay aliados ni lealtades, sino cómplices y mercenarios; y el desenlace vendrá justo al momento en que algunos de esos mismos malandros decidan escoger entre la bolsa o la vida. Historia patria.

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