Las declaraciones de Macron tras volver de China han elevado el riesgo de un ataque contra Taiwán, según Alexander Görlach. Dice que, en contrapartida, la industria francesa recibe muchos encargos del gigante asiático.
Por Alexander Görlach
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha demostrado una vez más sus carencias diplomáticas, haciendo un flaco favor a la Unión Europea y al mundo libre en general con su viaje a China.
El político estaba orgulloso de haber sido invitado por Xi Jinping a una reunión privada de varias horas. Parece que, durante el encuentro, Xi Jinping colmó a Macron de tantos elogios, que, de vuelta en París, el dirigente francés dijo que Europa no debería bailar al ritmo que impone Estados Unidos en las relaciones con China.
Ese es precisamente el mismo lenguaje que utiliza Pekín, que ve a Europa como un apéndice de Estados Unidos. Por un lado, los dirigentes comunistas arremeten contra la UE, porque China necesita esta parte del mundo libre para su avance económico. Y, por otro lado (y esto es más importante), porque Xi quiere abrir una brecha entre las naciones del mundo libre y dividirlas.
En el caso de que Xi llevara a cabo su amenaza y atacara Taiwán, todo dependería de la reacción del mundo libre hacia sus socios democráticos de Taipéi. Macron aboga por que Europa no se convierta en «vasallo» de los EE.UU. (Ese término es exactamente el mismo que utiliza Pekín), pero deja sin responder cuál sería la alternativa en el caso de que Taiwán fuera anexionada por China.
Recompensa para la economía de Francia
Eso es exactamente lo que el Ejército chino estuvo practicando durante el fin de semana, simulando un bloqueo militar de la isla de tres días y mostrando al mundo que Pekín está listo para atacar.
Cuando Francia, la única potencia nuclear que queda en la Unión Europea, dice que no se une a Washington en la defensa de la libertad de la amenazada Taiwán, en la oficina de Xi resuenan las botellas de champán descorchándose. No es injusto suponer que esta declaración de Macron ha sido cuidadosamente meditada, y que la economía francesa será recompensada por Pekín (Macron llegó a China con 60 representantes de la industria).
Lo trágico es que el jefe de Estado francés ahora ha hecho más probable un ataque a Taiwán con su declaración, porque Xi Jinping ha aprendido de los errores de Vladimir Putin. El dirigente ruso quedó muy sorprendido por la unidad con la que el mundo libre ha apoyado a Ucrania tras su ataque.
El «momento Crimea» de Xi fue la represión del movimiento a favor de la democracia en Hong Kong. La reacción fueron correos electrónicos de quejas y mordaces comentarios en la prensa, lo mismo que sucedió tras la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014.
Pero, tanto el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, como su sucesor, Joe Biden, han establecido desde entonces límites claros para China. Trump respetó la actual situación legal, según la cual habría que suministrar armas a Taiwán en caso de tener que defenderse contra China, y además amplió la relación entre ambos países. Biden ha ido aún más lejos, comprometiéndose en múltiples ocasiones a defender la isla en caso de que Pekín ataque.
Taiwán no está gobernado por separatistas
Hay que decirlo una y otra vez: contrariamente a lo que afirma Pekín, la República Popular nunca ha gobernado Taiwán. Por lo tanto, Taipéi no está gobernado por separatistas, sino por un Gobierno legítimo, que asumió el cargo democráticamente en elecciones libres y justas.
Pekín le molesta el éxito de la democracia a sus puertas, porque teme que el pueblo de la República Popular pueda seguir su ejemplo y derrocar algún día a los comunistas. Un temor que no es del todo infundado: menos de 100 millones de los 1.400 millones de chinos son miembros del partido. Si hubiera protestas a nivel nacional contra Xi y el PCC, como sucedió en noviembre de 2022, Taiwán sería una alternativa democrática a la dictadura de Pekín.
El viaje de Macron a Pekín fue un fracaso total, que padecerá particularmente la gente de la isla. Mirando en retrospectiva el escepticismo de Washington sobre el viaje, resulta que no fue infundado. Los estadounidenses hicieron notar de antemano que Macron no había negociado con éxito ni con Teherán ni con Moscú y que, por lo tanto, no había grandes esperanzas de que algo saliera bien en esta ocasión.
Una vez más, está claro que Alemania debe posicionarse bien en términos de política exterior y de seguridad, porque de Francia no salen ideas viables. Pero el canciller Scholz también está siguiendo un camino favorable a Pekín. Desde la perspectiva de Xi, las dos naciones centrales de la Unión Europea no representan una amenaza para sus planes de una posible invasión de Taiwán.
Este artículo fue publicado originalmente en DW
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