Perez Vivas

César Pérez Vivas: La recurrente tragedia de la diáspora

El autor considera que, sobre el tema de la diáspora, la presencia en el poder de la camarilla dominante constituye un aliciente diario para la huida del país.

Por César Pérez Vivas

La tragedia de la nación venezolana regada por el mundo, registra cada día un episodio más doloroso. Venezuela está en cada ciudad y en cada país donde las oleadas humanas de nuestros compatriotas han huido para buscar sobrevivir a la debacle creada por “la revolución bolivariana”.

Las cifras de los organismos internacionales establecen en más de siete (7) millones, los ciudadanos que han abandonado el territorio venezolano. Es tan voluminosa la masa humana que deambula por el mundo, y muy especialmente por este continente americano, que hemos impactado la vida de nuestros vecinos.

La tristeza nos embarga cuando recibimos noticias de ese peregrinaje, a pie, o en precarios transportes, para tratar de llegar a algún destino.  Son ya incuantificables las víctimas venezolanas en las carreteras, caminos y selvas del continente americano. Desde la Patagonia hasta el Canadá tenemos casos de venezolanos trasmontando caminos para ir a buscar un trabajo, un familiar o un amigo con el cual rehacer su vida, luego de haber dejado familia, bienes y amistades en esta tierra. 

El tapón del Darién, la selva panameña, que sirve de muro de contención a las oleadas humanas del sur hacia el norte, registra historias dramáticas de amigos que, desafiando la furia de sus ríos, lo intrincado de la selva, el asecho de las fieras y la extorsión de los grupos delictivos, han logrado sobrepasarla para avanzar hacia el sueño americano.

Superando obstáculos de todo tipo, son miles, los que han logrado ingresar al territorio de los Estados Unidos. Muchos han podido instalarse en el coloso del Norte, otros han sido devueltos. 

La semana pasada la opinión pública recibió con indignación y pesar la noticia del asesinato de ocho (8) compatriotas migrantes alojados en un centro de acogida en los Estados Unidos de América, concretamente en Brownsville, Texas. Un personaje enfermo, transmutado en criminal, lanzó su vehículo contra un grupo de venezolanos que compartían frente a ese albergue. Perdieron la vida luego de haber realizado el riesgoso recorrido hasta el norte. Sobrevivieron a las vicisitudes del camino y vienen a morir, cuando ya había entrado al territorio norteamericano. 

El mismo dolor, la misma indignación sufrimos en el incendio provocado el pasado 28 de marzo en México, donde murieron calcinados y asfixiados ocho compatriotas.

Otro evento lamentable ha sido la presencia de centenares de compatriotas en la frontera de Chile con Perú. Agobiados por la falta de acceso a un status de legalidad, en territorio chileno, decidieron regresar hacia su país la mayoría, y otros buscando avanzar hacia los Estados Unidos. Semanas retenidos en esa frontera. Una campaña de muchos sectores, en la cual me involucré, logró que ese contingente humano avanzara a nuestro país. 

La diversidad de problemas y episodios surgidos a las familias de la diáspora, y a las comunidades afectadas, dan para una investigación y un documento de amplio alcance. Ahora solo pretendo dejar constancia de mi dolor por tanto sufrimiento. De la necesidad de parar esa hemorragia humana. Venezuela no puede seguir perdiendo su población, por la miseria y la barbarie que se ha instalado en nuestro territorio.

Resulta existencial superar el actual cuadro de postración que vivimos. Para ello es fundamental lograr el cambio político. La presencia en el poder de la camarilla dominante constituye un aliciente diario para la huida del país. Es nuestro deber abrirle cauce a la esperanza. Para ello el proceso electoral del año 2024 es determinante.

Nuestro deber es prepararnos en todos los órdenes para enfrentarlo. Los riesgos sobre ese proceso son muy elevados. Conocemos muy bien la capacidad de alevosa destrucción de la camarilla gobernante. No por eso debemos dejar el campo solo.

En la sociedad democrática debemos estar listos para hacerle frente a Maduro y su camarilla en el escenario electoral. Si él decide confiscar el proceso, abortarlo o desconocerlo, que sea de su absoluta responsabilidad. No podemos, quienes nos oponemos a su continuismo, facilitarle la tarea.

La responsabilidad de los dirigentes y de los ciudadanos debe ponerse de manifiesto en esta hora. Cada uno asumiendo su rol.

Esa nación que existe más allá de nuestras fronteras, y la que aún continúa en nuestro territorio, no puede seguir sufriendo la precariedad, la miseria y la prepotencia de una camarilla tan voraz y malévola como la que nos oprime.  

Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.