En el pasado, dos veces hubo un general al mando del petróleo nacional (Rafael Alfonzo Ravard y Guaicaipuro Lameda), y en ambos casos, se trató de un militar apoyado por una gerencia técnica impecable. Que no es el caso actual, donde el cambio va acompañado de una debacle interna, mayor todavía que la existente al momento presente
Al momento de la publicación de esta nota ya se conocerá el resultado de la reunión ordinaria de la OPEP y NOPEP sobre la extensión del acuerdo de reducción de suministro cuya fecha de vencimiento original es marzo 2018. Sin embargo, muchos analistas dan por descontado que los países OPEP y NOPEP están de acuerdo en la extensión, pues los resultados en el precio del crudo superan los US$60 para el Brent y por encima de los US$55 para el WTI por barril respectivamente. No obstante, hay opinión en sectores del mercado que para Rusia es preferible esperar hasta el mes de marzo para tomar una decisión. Por el contrario para Arabia Saudí las proyecciones indican la necesidad de obtener un precio por encima de los US$60 con lo cual su economía estaría en mejor condición y la oferta publica del 5% de ARAMCO seria con un mayor valor, para de esta manera continuar profundizando su plan estratégico de disminuir la dependencia del ingreso petrolero. A lo anterior, analistas de RBC señalan una preocupación especial por Venezuela, y su posible efecto en el mercado por la caída sostenida de su producción, la critica situación financiera y ahora con unos nombramientos en la directiva de PDVSA que son meramente de orden político y nada que ver con el negocio petrolero. Por último, la paradoja a la cual se enfrenta la OPEP sigue presente pues en la búsqueda de un mayor precio del crudo, a la vez incentiva la producción de crudo no convencional, poniendo un techo al precio. Lo anterior significa que el poder de la OPEP a cambiado, el cambio por el aumento de la producción en los EEUU es un cambio estructural, el número de taladros activos en los EEUU alcanzó 747 y el país es un exportador de crudo con una producción de 9,7 millones de bpd, que alcanzará los 10 millones de bpd en 2018.
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Venezuela. Era evidente que para Maduro los cambios en PDVSA eran un paso previsible, visto todo el proceso de los supuestos casos de corrupción. Según las agencias internacionales hay 50 ejecutivos detenidos, también hay la percepción de un enfrentamiento entre dos sectores del régimen, que evidentemente afecta al equipo y gestión dejados por Rafael Ramírez. Sin embargo, lo que no encuentra una explicación racional es el nombramiento del mayor general Manuel Quevedo como ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, considerando que el país y PDVSA se encuentran en su mayor crisis económica histórica. Nombrar a una persona cuyas credenciales no indican experiencia en el sector petrolero, ni tampoco gerencial, empresarial, o de la diplomacia petrolera, inclusive en un momento clave debido a la reunión de la OPEP relativa a la extensión del acuerdo de recorte de suministro, es algo que no tiene explicación gerencial. Además se nombra en dos posiciones (ministro y presidente de PDVSA), algo que ya ha demostrado su ineficacia para establecer los controles y la diferencia entre política petrolera y negocio petrolero, lo que se conoce como el «check and balance». El nombramiento de la misma persona en los dos puestos, resulta en cobrarse y darse el vuelto al mismo tiempo. Solo basta recordar la gestión del ministro-presidente Ramírez ahora tan cuestionada hasta por la propia supuesta revolución.
Además el Mayor General Quevedo está en la lista de sancionados por la administración del presidente Trump, con lo cual se complica la renegociación de la deuda de PDVSA y la del país. Por lo tanto, el nombramiento es visto y percibido con mucho escepticismo, y concluye con un nombramiento de orden político y no de orden económico, ni del negocio. Es decir, el propio Maduro a fin de sostenerse en el poder requiere del estamento militar y por ello el nombramiento. De hecho en las opiniones de Reuters y Bloomberg, la estructura de PDVSA sería aun más militarizada, colocando en los puestos claves a personal militar al mando de las operaciones.
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Lo anterior lleva a la inevitable comparación con el régimen castrista, en donde el estamento militar controla la mayoría de las actividades económicas, por cierto con escasos resultados positivos para sus ciudadanos.
La lista de problemas de PDVSA es inagotable, comenzando con la planificación para el pago de la deuda, la cual se encuentra en default y el impacto en los activos dados en garantía como CITGO y hasta los cargamentos pueden ser embargables y los acreedores están evaluando la forma de la ejecución. La complejidad de refinanciar la cual excluye el mercado de los EEUU y el efecto dominó que eso genera en el mercado europeo con el consiguiente alto costo financiero, proyectos con requerimientos de financiamiento estarán afectados y desfasados por la falta de recursos. Desde el punto de vista operativo, la producción que viene disminuyendo en un promedio mensual de 20 mil bpd durante 2017 y si consideramos desde la llegada de Chávez al poder, la misma ha mermando en 1,5 millones de bpd. El sistema de refinación que permanece parcialmente parado y obliga a la importación de combustibles para satisfacer las necesidades del mercado interno, generando aun más pérdidas económicas. Los más de 100 mil empleados de PDVSA, de los cuales hay un número significativo que ni siquiera se conoce en donde trabaja y es solo contratado con fines de proselitismo político. La corrupción como modo de hacer negocios con PDVSA, una práctica en donde todas las decisiones se han centralizado en unos pocos y de allí el cáncer de la empresa… En fin, la lista es interminable.
En la historia de PDVSA dos militares ocuparon la Presidencia de la empresa, el general Rafael Alfonzo Ravard, quien comenzando desde una pequeña oficina en Los Chaguaramos estructuró el conglomerado de PDVSA al momento de la nacionalización, con criterio gerencial y de negocios. Luego Chávez nombró al General Guaicaipuro Lameda, y por ser una persona con criterio, se dio cuenta como el profesionalismo y el mérito eran valores de sus trabajadores, se sumo a la MERITOCRACIA, rechazando el uso politiquero de PDVSA: con el general Lameda vivimos los hechos del 2002. En ambos casos, un factor en común, tanto para el general Rafael Alfonzo Ravard como para el general Guaicaipuro Lameda, fue el soporte y apoyo de los trabajadores petroleros de PDVSA bien formados técnica, gerencial y financieramente, allí trabajando y dando su conocimiento para lograr una empresa de referencia mundial.
Twitter@JFernandeznupa